miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Sabes que?

Me cansé de nadar a contracorriente sin llegar a ninguna dirección, de vagar por un mar de dudas y desencantos que hacen que me cueste salir a flote.
Me cansé de chocar contra un muro que lo único que hace es quebrar mi corazón en mil pedazos, cayendo estos una y otra vez al suelo.
Me cansé de la indiferencia y pérdida de confianza de estos últimos meses, de tu olvido y desinterés que han ido provocando que nuestras conversaciones sean meros actos de cortesía, pareciendo así que hablo con otra persona distinta a la que conocí y me encantó en su día.
Pero lo peor de todo es que no sabes nada.





viernes, 23 de enero de 2015

Acelerada llegada

Bajo las escaleras corriendo y como voy con el móvil en una mano y con la otra intento seleccionar una canción en el mp3, me tropiezo sin llegar a caer, así que doy gracias al cielo por evitar tal accidente y continuo hasta la parada del autobús.
Comienza a llover y no me salva nadie de llegar al bús como George Clooney  en “La tormenta perfecta”. 

Intento cerrar el paraguas pero no lo consigo y sale despedido cayendo al suelo, de donde lo recojo encharcado con la suciedad típica de las calles de Madrid. Lo sacudo como si nada hubiese pasado y con la poca dignidad que me queda, dadas mis pintas, subo al autobús quitándome la bufanda, tirando el paraguas al suelo y sacando un libro para calmarme de tanto desastre.

martes, 20 de enero de 2015

Eso Jamás

Y entonces salgo de casa, me deslizo por la acera temblorosa pero pisando firme. 
Atrás, mi sombra  acompañándome, callada y expectante por ver mis pasos. 
Me giro rápidamente para guiñarla el ojo y acelero el paso.  Me sigue y caminamos de la mano, ya no tiemblo.
Mientras, siento el frió que hiela mi cara pero no congela mi sonrisa. 
Eso jamás.


martes, 18 de noviembre de 2014

En el recuerdo se secaba

Al abrir el libro encontró la flor seca.

La había guardado hace dos meses con cuidado, una sonrisa y los recuerdos a flor de piel al volver a su casa, tras pasar unos días de aventuras con un protagonista anónimo.
El mismo que le regalo la flor.

Y permaneció un rato sentada, contemplando la rosa seca, acariciándola con sus dedos a la vez que recordaba momentos pasados mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Anhelo y melancolía al recordar instantes que quizás no volverán.

Y con el mismo cariño volvió a depositar la flor entre las hojas del viejo libro...

Quizás algún día vuelva a tomarla entre sus manos para seguir recordando. O quizás la reemplace por otra nueva del mismo protagonista o de cualquier otro.

O Quizás no quiera volver a guardar una flor entre las hojas de un libro, porque ya no sería lo mismo.


jueves, 13 de noviembre de 2014

En el andén esperaba

Esperaba sola en el anden contemplando el horizonte, tratando de contener las lágrimas.
A su derecha, la oscuridad, apenas iluminaba la silueta de un anciano que también esperaba la llegada del tren.
A su izquierda, unos jóvenes reían comentando la ultima jugada de su equipo favorito de fútbol.
Y la joven, mientras tanto, trataba de robar esas sonrisas para sí.
Lástima que su única opción esa noche fuese confesarle a la luna sus deseos inalcanzables.
Una noche más....O quizás una noche menos.

lunes, 27 de octubre de 2014

La Vieja Bicicleta


Caía la tarde de Invierno sobre el pequeño pueblo que parecía desierto. Sólo una pequeña luz iluminaba una de las estrechas callejuelas dando algo de color a la triste noche.

 La luz provenía de la humilde casa del carnicero del pueblo, Don Ángel Bravo, hoy habitada sólo durante unos días por su nieto del mismo nombre.
 El joven era alto, rubio y con ojos grises, igual que su abuelo.


Y hoy más que nunca le recuerda frente a la chimenea humeante, añadiendo pausadamente más troncos de leña, que poco a poco le permiten calentar la fría habitación y asar un puñado de
castañas mientras recuerda con melancolía y una sonrisa historias que su abuelo le contaba sobre sus rodillas.

También recuerda cómo hace 10 años jugaba con sus primos por las calles, subían a los escurridizos
árboles, iban a pescar a las afueras del pueblo y buscaban ranas en las charcas con las que más tarde
asustarían a sus primas.

Pero sobre todo recordaba las tardes haciendo carreras con su bici, cómo la pintaba, arreglaba, intercambiaba con sus amigos...

Así que de un impulso, saltó prácticamente de la silla y subió al desván donde entre escombros y trastos viejos la encontró, y apartando con cuidado la mata de polvo que la cubría,  observó que parecía un amasijo de hierros viejos. El sillín estaba descolchado, amarillento, el manillar del color del metal oxidado, sus pegatinas sin color... pero aun así una sonrisa se dibujo en su cara al cogerla y tocarla de nuevo tras el paso de los años.


Un día en Venecia

Pasar un día en la ciudad de Venecia te da por lo menos cinco años más de vida.

Es tanta la belleza que se contempla paseando por sus calles, que hace que los detalles más sombríos de la vida diaria queden al margen, al menos por unos instantes.

Porque según sales de la estación de tren entras a formar parte de un paisaje de cuento de piratas y mares lejanos...

Me dieron ganas nada más pisar suelo firme de tirarme al gran canal para comprobar que era agua de verdad lo que separaban unas calles de otras. Evidentemente no lo hice, mas que nada por el revuelo que se armaría, siendo yo una persona discreta no habría quedado bien salir del agua oliendo a trucha mojada con el pelo encrespado, con la consecuente pérdida de glamour que eso conlleva.
Así que descartado uno de mis primeros impulsos en tierras venecianas me dispuse a observar todo lo que había a mi alrededor.

En primer lugar y aunque ya caía la noche, me sorprendió el gentío que transitaba de un lado a otro, imaginaos la Gran Vía a las 5 de la tarde de un domingo, pues un tumulto parecido de gente paseaban de un lado a otro: chinos mapa en mano, alemanes arrastrando maletas y unos pobres madrileños perdidos en busca del hotel donde alojarse por dos noches.

Como no sabíamos a donde ir, decidí mirar el extraño barco que allí llaman Vaporeto, algo parecido a los autobuses de la EMT, con unas paradas ya establecidas que recorren Venecia. Ganas de me dieron de subir con maleta y todo...pero no procedía, lo primero era lo primero, debíamos buscar el hotel que según los amigos de Bookin quedaba a 5 minutos de la estación. Pero no sabíamos si eran cinco minutos andando, en vaporeto, en avión o en colibrí. Lógicamente eran cinco minutos en colibrí pero como por allí no volaba ninguno en ese momento optamos por la primera opción...caminar.

Tras preguntar al amigo Francesco de la pizzeria di Venecia encontramos el humilde hotel, que podría ser perfectamente la casa de una banda de la mafia napolitana. Aunque bien es verdad que nuestra habitación no estaba del todo mal. Había camas y baños utilizables, puertas ocultas y un cuadro de un unicornio azul celeste. Nada malo podría acontecer en la habitación con dicho cuadro en la pared.

Y tras tirar la maleta en el suelo sin remordimiento alguno salimos a perdernos por las calles de piedra, sin miedo al frío, ni a los chinos con mapa en mano y dispuestos a cenar algo poco usual y nada típico de Italia. Una gran pizza veneciana. Que descartamos, porque si algo tienen mis amigos es que apenas comen...así que nos dimos a la bebida típica de cualquier país, la cerveza, pero veneciana que tiene más glamour y es como otra cualquiera. 
Fueron pasando las horas y el cansancio iba apoderando de nosotros,,,no le importaba el lugar ni na, así que tuvimos que volver al hotel a descansar.

A la mañana siguiente lo primero que me tope tras salir del hotel fue una hermosa gaviota tamaño gato montés, que me miro con ojos de hambre y no tuve más remedio que intentar entablar algo de conversación con ella, sin éxito alguno por su parte...por la mía si, puse todo mi empeño, pero nada, así que decidí únicamente contemplarla y hacerla una foto.

A continuación y con gaviota en mano, cruzamos el puente para llegar al otro lado(evidentemente los puentes se cruzan para llegar al otro lado) para desayunar un suculento capuccino y un bionche, que es un croasan o curasan de chocolate. Solo uno porque mis amigos como ya sabéis no comen casi. Se alimentan prácticamente del aire. Y llegamos, con la tripa llena, a la piazza de San Marcos....

Continuará...